Una CPU de bajo consumo, también conocida como procesador móvil o de voltaje ultra bajo (ULV), está diseñada para equilibrar el rendimiento con la eficiencia energética, haciéndola ideal para dispositivos portátiles como ultrabooks, laptops 2-en-1 y tabletas, así como sistemas embebidos y dispositivos thin-client. Estas CPUs suelen tener una potencia térmica diseñada (TDP) de 15W o menos, considerablemente menor que la TDP de 45W+ de CPUs de escritorio o gaming de alto rendimiento, lo que les permite operar con calor mínimo y prolongar la vida útil de las baterías en dispositivos móviles. Arquitectónicamente, las CPUs de bajo consumo de Intel (por ejemplo, Core serie U, Pentium Gold, Celeron) y AMD (por ejemplo, Ryzen 5000 serie U, Athlon Gold) presentan microarquitecturas optimizadas que priorizan la eficiencia energética. Los procesadores de Intel usan un diseño de núcleo híbrido en generaciones recientes, combinando núcleos P de alto rendimiento y núcleos E eficientes en energía para manejar distintos tipos de tareas, mientras que la serie Ryzen U de AMD aprovecha la arquitectura Zen para ofrecer alto rendimiento por vatio. Ambos fabricantes emplean tecnologías avanzadas de proceso, como el 10nm de Intel o el 7nm de AMD, para reducir el tamaño de los transistores y el consumo de energía, permitiendo mayor rendimiento a voltajes más bajos. En términos de desempeño, las CPUs de bajo consumo pueden manejar con facilidad tareas cotidianas como navegar por internet, procesamiento de textos, reproducción multimedia y multitarea ligera. Por ejemplo, un Intel Core i5-1235U o un AMD Ryzen 5 5500U puede ejecutar múltiples pestañas de Chrome, una videollamada y un editor de documentos simultáneamente sin retrasos. Sin embargo, carecen de la potencia bruta de CPUs H-series o de escritorio de alta gama, por lo que son menos adecuadas para tareas intensivas como edición de video en 4K, renderizado 3D o juegos avanzados. La gráfica integrada en CPUs de bajo consumo, como Intel Iris Xe o AMD Radeon Vega, es suficiente para juegos casuales a resoluciones y configuraciones bajas, tales como Minecraft o League of Legends, pero tiene dificultades con títulos más exigentes. La duración de la batería es una ventaja clave de las CPUs de bajo consumo, con dispositivos móviles alcanzando frecuentemente entre 8 y 14 horas de uso con una sola carga. Esto se logra mediante características como escalado dinámico de voltaje y frecuencia (DVFS), que ajusta la velocidad del reloj y el voltaje del CPU según la carga de trabajo, y estados profundos de sueño que reducen el consumo cuando el CPU está inactivo. El diseño térmico también es más sencillo, ya que el bajo TDP permite enfriamiento pasivo o ventiladores pequeños, contribuyendo al diseño delgado y liviano de los modernos ultrabooks y dispositivos 2-en-1. Las CPUs de bajo consumo están disponibles en diversos factores de forma, desde modelos de doble núcleo para dispositivos económicos hasta procesadores hexa-core u octa-core para mayor rendimiento en ultrabooks premium. El soporte de memoria suele limitarse a LPDDR4x o DDR4 de bajo consumo, con capacidades máximas cercanas a los 32GB, suficiente para la mayoría de los casos de uso móviles. Características de conectividad como Wi-Fi 6, Bluetooth 5.2 y Thunderbolt 4 suelen estar integradas, mejorando la versatilidad de los dispositivos que utilizan estas CPUs. Aunque las CPUs de bajo consumo destacan en dispositivos portátiles, tienen limitaciones en aplicaciones críticas de rendimiento. Sus velocidades de reloj más bajas y menor número de núcleos pueden provocar tiempos de procesamiento más largos en tareas intensivas para la CPU, y la gráfica integrada puede no satisfacer las necesidades de diseñadores gráficos profesionales o jugadores. No obstante, para la mayoría de los usuarios que priorizan la movilidad, la duración de la batería y la productividad diaria, las CPUs de bajo consumo ofrecen un equilibrio óptimo entre rendimiento y eficiencia, impulsando la innovación en dispositivos informáticos delgados y ligeros.